
Pedro Arturo Menéndez García
● TERCER LUGAR. VI Concurso Caridad Pineda in memoriam de Promoción de la Lectura. Santiago de Cuba, 2023. Auspiciado por Asociación Cubana de Bibliotecarios (Ascubi) y Biblioteca Provincial Elvira Cape, con el coauspicio de Claustrofobias Promociones Literarias, Uneac y Radio Siboney.
Yo era un niño cuando triunfo la Revolución en 1959. Solo tenía 13 años y, vivía con mis padres de forma muy humilde ―por no decir “casi pobre”―, en la barriada de Luyanó, en Ciudad de La Habana, casi al pie de la llamada Loma del Burro en donde radicaba uno de los peores barrios insalubres de la ciudad: El Barrio de las Yaguas.
Por la pobreza en que vivíamos, apenas pude alcanzar el sexto grado en una escuela pública y no me quedó más remedio que ponerme a trabajar en lo que apareciera para ayudar a la familia, mas, cuando por la afiliación de mis padres al Partido Socialista Popular (PSP), frecuentemente eran llevados a prisión o en algunos momentos tenían que vivir casi de forma clandestina.
Vi el cielo abierto cuando ese Primero de Enero llegaba la noticia de la huida del tirano Batista con el triunfo de la Revolución, que nos daba la posibilidad de ya no tener que vivir casi a escondidas y con una alimentación que no aseguraba nuestro desarrollo.
Luego de los primeros meses de aquel acontecimiento, pude entonces comenzar a estudiar en la escuela Primaria Superior, como se le llamaba entonces a la actual secundaria y alcancé el séptimo grado. Pero, en cuanto vi las amenazas del Imperio del Norte de arrebatarnos aquella victoria, de inmediato me inscribí, primero en las Milicias Estudiantiles y luego, cuando en octubre de 1960 se crearon los batallones de las Milicias Nacionales Revolucionarias, me incorporé al Batallón 113.
Con este Batallón, pasé primero la famosa marcha de los 62 kilómetros y la escuela de Milicias de La Chorrera, recibiendo un fusil FAL que era casi más grande que mi cuerpo, así como la famosa boina verde olivo que nos diferenciaba de las boinas negras en aquellos momentos. Con ese batallón participé en la Lucha contra Bandidos en lo que luego se llamó La Primera Limpia del Escambray, y en esas acciones pude participar en cercos, los llamados “peines” en busca de alzados y emboscadas.
Luego, de aquella participación, llegó el momento que más me marcó, que fueron los combates contra la invasión mercenaria por Playa Girón en abril de 1961. Fue en esos combates cuando me sucedió algo que también guardo en mi memoria. Casi llegando a Playa Girón por la carretera que va de Yaguaramas a San Blas y Playa Girón, se nos dio la orden de acompañar a los primeros tanques T-34 que acababan de llegar para participar en la toma de Playa Girón y decididamente me monté en uno de los primeros.
No habíamos avanzado mucho, cuando un cohete lanzado por una bazuca o un cañón antitanque impactó contra el cuerpo blindado y fui lanzado a un lado del tanque y, tal vez por la fuerza expansiva o por otras razones, caí herido y momentáneamente perdí el conocimiento. Cuando me pude recuperar ya me llevaban en una camilla hacia una ambulancia y fue que pude percatarme de las heridas que había recibido, principalmente en la cabeza, de las que sangraba abundantemente.
No fueron heridas graves, pero si me ocasionaron problemas que luego de tantos años mantengo en mi físico: perdí la vista de un ojo, quedé casi completamente sordo, lo que me obliga a usar un aparato auditivo, y perdí completamente el olfato.
Aquello para mí era algo muy serio, ya que prácticamente pasaba a ser un joven ya con problemas que me afectaban ante el resto de los jóvenes de mi edad con los que me reunía y, por qué no decirlo, me traía problemas con mis relaciones con las muchachas de mi edad.
No me era fácil recuperarme y saber que tendría que adaptarme al hecho de que así sería mi vida futura, y me sentía mal… pero en esos momentos cayó en mis manos un libro que, aún mantengo y que me sirvió de mucho para mi futuro desarrollo.
Se trataba del libro Un hombre de verdad del escritor ruso Borís Polevói en el año 1950 y en el que se narraba como aquel famoso piloto ruso que había sido derribado en los combates contra los fascistas, había logrado sobrevivir, arrastrándose en la nieve, y al final, pese a perder sus dos piernas, con un valor extraordinario, había vuelto al combate como piloto de guerra, había participado en muchas más acciones combativas, ganándose la orden de Héroe de la Unión Soviética.
Aquella lectura me hizo pensar que lo que yo estaba padeciendo por mi participación en los combates de Playa Girón, no era nada en comparación con la proeza de aquel piloto.
Yo tenía todos mis órganos, solo que se me dificultaba ver, al perder la visión de un ojo. No podía casi oír, pero esto era salvable con la ayuda del aparato auditivo y el hecho de que no tenía olfato, no resultaba nada grave. Claro, en esto último me daba por bromear y decir que, si me hablaban de que había un mal olor en algún lugar, yo no lo sentía; y si me daban a oler algún perfume, como no lo podía oler, decía que era muy bueno.
De esta forma me hice el compromiso de no volver a sentirme como un joven incapacitado.
Cuando me recordaba de aquellos problemas físicos que padecía, volvía a tomar el libro mencionado y lo volvía a leer. No voy a decir que me podía comparar en nada con aquel valiente piloto ruso, ni que yo pudiera en algún momento pensar que yo también era Un hombre de verdad, ni mucho menos; pero me hacía olvidar mis padecimientos y volvía a la vida con más fuerzas.
De esto han pasado muchos años. Ya ando por los 77 de edad y sigo sin olfato, viendo por un solo ojo y casi sordo, pero no me quejo.
Pude seguir estudiando y llegar a alcanzar el título de Ingeniero Mecánico. Pude casarme y formar una familia, tener cuatro hijos y en la actualidad, siete nietos y ya un bisnieto. Puedo trabajar todavía porque estas faltas que tengo, no me impiden desarrollar mis funciones y, aunque como es lógico, ya sobresalen otros achaques propios de mi avanzada edad, no me restan las fuerzas y mi mente sigue clara.
Ahora, cada vez que puedo hablarle a mis nietos y a mis compañeros de trabajo sobre mi vida pasada y recordar aquellos momentos en que casi pierdo la vida, les vuelvo a recomendar que cuando se vean en una situación, por difícil que les sea, busquen en la biblioteca, el libro de Borís Polevói, Un hombre de verdad y piensen que en la vida todo se puede superar, excepto la muerte.