
¿Y cuál o cuáles han sido los momentos más difíciles para ti como científica?
En la ciencia no hay momentos fáciles. Pero los más difíciles son siempre los inicios y los finales. También cuando debes abandonar una idea por falta de recursos, cuando hay que replantearse un proyecto, ¡ay!, y cuando tienes que repetir un experimento de quince días porque el día catorce pasó algo que va a cambiar los resultados. Y esto ser perfeccionista es una garantía, pero es tremendo problema.
Siempre hago ciencia con mucho amor y eso la hace menos difícil. Yo disfruto lo que hago y los miedos se pierden con los años de práctica profesional. Las presentaciones son difíciles cuando te propones llegar a todos y cuando quieres que otras visiones te ayuden a perfeccionar lo que has hecho. No me gustan los aplausos, pero sufro con la mediocridad y la falta de ética.
Hay hombres de ciencia que no nacieron con el don de la crítica, hay otros que sólo entienden y valoran la ciencia que ellos hacen, otros que van en busca de la ciencia que hacen los demás. Los hay que solo escuchan y aplauden, incluso algunos mezclan la ciencia con la geografía (dime de dónde vienes y te diré quién eres). Y aunque el escenario es heterogéneo y complejo hay en nuestro entorno una representación mayoritaria científicos íntegros, colaboradores, comprometidos, éticos y mucha gente que valora a los hombres de ciencia.
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¿Y como escritora?
Lo más difícil es enredarme en una historia que no quiere acabar, lo otro es tener una idea que fluye en un momento en el que tengo compromisos científicos o de gestión de ciencia, inaplazables.
Aquí los escenarios también son heterogéneos, pero si bien en el mundo de la ciencia las verdades son relativas y los análisis dependen de los métodos utilizados y somos tan eclécticos en la vida como en la ciencia, quiere decir, que siempre hay opiniones; pues en literatura uno defiende su única verdad, algo así como un pedacito de alma, y ya uno sabe que hay dos caminos… o la toman o la dejan; gusta o no.
En asuntos de ciencia uno siempre piensa que ha hecho lo correcto, pero sabe que todo es cuestionable. En el mundo del arte, simplemente creas y es cuestión de que la gente acepte y luego disfrute eso que ha salido de ti. Generalmente trabajas queriéndolo o no para un público. El mío es difícil… los niños y los que tienen en sus manos la formación de esos niños. Esto en el caso de la literatura infantil, que es donde mayor producción literaria tengo.
¿Por qué escribir para los niños sobre estos temas?
Los niños son líderes naturales con un horizonte temporal. Pueden mover una familia entera pero, además, si aprender a amar su entorno desde temprano, tendremos hombres más responsables. La crisis ambiental es un hecho y una responsabilidad de todos sensibilizar a los que aún no lo están con el cuidado del medio ambiente. Ahora bien, en la era del conocimiento, no podemos movilizar con lemas, frases o mensajes vacíos o reiterativos. Es el conocimiento de lo que nos rodea, el entendimiento de los procesos naturales lo que nos hará tener una actitud más responsable.
Y dime, ¿qué sentiste el día en que te llevaron a conocer el mar?
Tendría que preguntar a mi madre cuándo fue la primera vez. Yo recuerdo muchos viajes a la playa con mi madre y mis tíos y tengo aún momento capturados en el recuerdo. Tuve conciencia sobre la inmensidad del mar y la grandeza de la naturaleza en Baracoa. Mi madre adora este lugar y de pequeña solía visitar esta ciudad, cada verano. El mar, el verde reflejándose en el azul, el tibaracón. Hay sensaciones inexplicables, en las que te siente parte pero a la vez diminuto ante tanta fortuna.
Pero si voy más atrás para mi mar era fiesta, era familia, era libertad, frescura y tengo la imagen de la playa Baconao y del manglar, que siempre me resultó enmarañado pero atractivo, me atraía y a la vez le temía, pensando en toda la vida que podía estar resguardada allí, empezando por los cocodrilos. Siempre me llamó la atención el horizonte, visto desde el mar y el sonido de las olas, y la espuma, y la huella del agua en las rocas. Y sentí creo lo mismo que ahora, sólo que en mi mente estaba menos elaborado, una perturbadora necesidad de estar cerca del mar, un miedo a enfrentarme a un mundo líquido del que no era parte, una rabia por no haber nacido dentro de él. Una tranquilidad por estar lejos de sus misterios y una inquietante dependencia de su azul.