
Coméntame sobre tu juego a la hora de nombrar los personajes y hacerlos actuar en sus historias.
Es un juego, sí. Un juego maravilloso en el que construyo mientras aprendo. Trato de buscarle a los personajes nombres cercanos a los científicos para que este recurso ayude a conocerlos desde la ciencia. Busco dónde están los vacíos de información y allí recreo la historia, insertando problemáticas y conflictos reales, adornados con toda la fantasía posible, mientras no le quite crédito a la información real. Es un juego difícil en el que invierto mucho tiempo. Por eso suelo hacer mucho SUDOKU antes de escribir estas historias, como ejercicio de calentamiento.
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¿Qué libros se mantienen en tu cabecera?
Si te digo cuál quizás sonrías… Realmente no soy de un solo libro de cabecera… leo mucho, a veces no me alcanza el tiempo para todo lo que debo leer, pero como muchos de mi generación pasé por El Principito y Corazón. Durante mucho tiempo leí y releí Juan Salvador Gaviota, Ilusiones, de Richard Bach, pero negar que mi libro de cabecera ha sido el Lenhinger, sería imperdonable.
Tengo testigos de que me leí esta mole en segundo año de mi carrera y es el libro que más tiempo ha permanecido cerca de mí, aunque lo he sustituido en ocasiones por nuevas versiones, por libros de otros autores, siento algo especial por este libro de Bioquímica, que aún conservo y hoy usa mi hija. También el Campbell de Biología Celular y el Gyton de Fisiología. La lista sería enorme.
Soy una consumidora de libros… desde la obra de Descarte hasta Dan Brown. No me prejuicio con los Best Seller y para dar una opinión, me gusta leer y no repetir lo que otros dicen…he disfrutado la lectura repetida de Los Pilares de la Tierra, el Tercer Gemelo y casi todo lo que han escrito Kent Follet, Noah Gordon e Isabel Allende. Umberto Eco me abrió una nueva puerta con En nombre de la Rosa y luego leí mucho más de él. He pasado hasta por la Ciencia Ficción con los clásicos recomendados por otros. Libros infantiles varios, los que leo con otra visión. Me gusta leer buena poesía, algo escaso. Me es difícil mantener uno o dos libros en la cabecera, pero no puedo dormir si no leo.
Liliana Gómez Luna también escribe para los adultos, es defensora de la poesía y la décima. ¿También es herencia materna?
Lo es, pero en esto de la décima, que debo casi totalmente a mi madre y un poco a Renael González, a quien admiro y respeto, esto de la décima en realidad las dos lo debemos a mi abuelo Julián, que era un repentista tremendo (no al revés) y una suerte de narrador oral. Y no solo lo hemos heredado nosotras, hay una gracia repartida en toda la familia de la que disfruto mucho, y llega hasta los más pequeños.
Si tuvieras que identificarte con uno de los animales o plantas que has estudiado, ¿cuál sería?
Las microalgas son el resumen de toda mi vida científica, aunque he trabajado con jaibas, macroalgas, plantas, bacterias. Dentro de estas están las que producen maravillosas sustancias que nos sirven para disímiles aplicaciones, pero hay otras, de extraordinaria belleza, que poseen increíbles toxinas, por estas siento una especial debilidad.