
Aunque hace más de cinco años que se imprimen pocos libros en Cuba, algunos llaman la atención de especialistas y lectores. Desde hace dos o tres años, la novela Las últimas vacas van a morir, de Ulises Rodríguez Febles publicada por Ediciones Unión, es uno de esos libros más comentados en el ámbito literario cubano. Recibió el premio de novela del concurso Guillermo Vidal que convoca la Uneac en Las Tunas, y luego alcanzó el Premio de la Crítica Literaria. Pero llama la atención que ha sido uno de los títulos comentados en diferentes círculos literarios, eventos y ferias, por diferentes especialistas de distintas estéticas. Aunque no tengo confirmación de la recepción de lectura en el público más amplio, también ha sido bien acogida, y me atrevo a sugerirla. Abrimos en Claustrofobias Promociones Literarias, un espacio para esta novela, que puede parecerse tanto a la vida, y converso otra vez con Ulises.
Las últimas vacas van a morir: una novela sobre el universo agrario cubano
Las últimas vacas van a morir, es una novela sobre el universo agrario cubano, que integra una realidad que abarca más de sesenta años, pero se ubica en la actualidad, fundamentalmente en un plan genético de un lugar de Cuba, un espacio simbólico, donde ocurrieron los radicales procesos agrarios de la Revolución en el campo cubano, marcados por la complejidad social y asimilados de diversas maneras por los que vivían en las zonas rurales.
|
Es un espacio simbólico, que se llama El Valle, que no es precisamente el de Guamacaro, de donde provengo, aunque tiene mucho de él, sino una mixtura de muchos otros valles, donde ocurrieron este tipo de transformaciones agrarias, y con eso juego, con lo que significa etimológicamente la palabra valle, y los signos que ello produce.
Su personaje protagónico se llama Francisco de la Cal, pero a la vez es una novela coral, que tiene personajes raigalmente rurales, pero también que tienen un origen rural, pero una vida urbana. También hay citadinos, que se han insertado en el mundo agrario, como una vía de supervivencia. Siempre trabajé, sobre la idea de lo que ocurrió con aquellos que entregaron o no la tierra, y lo que sucedió con las fincas entregadas o no y también con su descendencia, y que es lo que está ocurriendo ahora mismo. Eso es algo que me interesa en mi obra, interrogar el pasado, para encontrar posibles respuestas en el presente.
Es una novela que tiene su esencia en la tierra, en el significado espiritual y productivo, con la evolución o involución, de ciertas estructuras agrarias, que tienen una connotación política, ética, geográfica, antropológica, incluso psicológica.
La tierra como pertenencia ancestral de la gente de campo con sus tradiciones y costumbres, de la que vivimos la mayoría, sin darnos cuenta o quizás sin interesarnos como esa fuente de riqueza, influye en nuestra vida, es nuestro sostén, conforma nuestra identidad, lo que hace que nos afecte de una manera, que no tenemos ( o no queremos darnos cuenta) la devastación de ciertas esencias rurales, de las estructuras agrícolas de una nación o por ejemplo, el derrumbe de proyectos, que cambiaron radicalmente la relación de nuestros ancestros con la tierra, lo que nos da un debate interminable.
Es una novela que también se concibe desde lo antropológico, lo testimonial, la recreación literaria de una realidad histórica, el ensayo artístico desde las artes plásticas, porque Francisco de la Cal, además de ser personaje literario, tiene su origen en la creación de un artista visual como Fernando Rodríguez Falcón, con una saga pictórica de reconocida importancia en el panorama de las artes plásticas en Cuba, donde La Cal es un campesino ciego, que transita, metaforiza la sociedad y que en la novela es la recreación de Isabel de la Cal, que es una mezcla de Fernandito, otros pintores y yo mismo; por eso muchos capítulos se han apropiado de los códigos de la estética pictórica de la obra de Isabel de la Cal, que pinta con tierra, y es síntesis de una generación de pintores cubanos con un origen rural, que son bastantes y de varias generaciones.
El Francisco de la Cal de mi novela no es ciego, como el de Fernandito, al contrario, ve, oye siente cosas que habitan el espacio en que se mueve, que vienen del pasado y confluyen en el presente. Son los fantasmas que habitan su biografía, su tragedia que aflora, y que sólo el percibe, en esa relación espiritual con la tierra. Mi personaje, por ejemplo, descubre que una pequeña mancha le ha nacido, lo va transformando hasta el final de la novela.
Ese es el libro, como yo lo veo, que intenté de alguna manera, reflejara lo que para mí es la nación, en el que la fertilidad o la orfandad de la tierra, son un signo de su vitalidad, caos o agonía.
¿Por qué narrar sobre lo rural?
Las últimas vacas van a morir es una indagación en mi memoria, que proviene del universo rural, y la de otros, que tienen experiencias parecidas; pero también una indagación en archivos, relacionados con la transformación agrícola en los campos cubanos, y lo que sucedió después, lo que está sucediendo ahora mismo.
La historia parte de un hecho real, unas vacas que mueren de hambre en una vaquería. Ese es el germen de las muchas cosas, relacionadas con el universo rural, que había vivido, desde la experiencia de mi familia, de conocidos, del lugar donde viví hasta los diecisiete años, que fue parte de un proceso de coperativización de la tierra, y también de mis vivencias en zonas pecuarias, a las que he estado relacionado durante años.
Soy una amalgama de muchos de los personajes de la novela, soy parte de ella, es quizás la más biográfica de mis obras, y aquí, sitúo las teatrales y las narrativas. Hay muchos universos girando, conectándose, que tiene que ver con gente de muchas profesiones, con historias diversas de la nación cubana, pero cuyo sedimento o imbricacion, es lo rural.
Creo que por ese motivo nació esta novela rural, es algo orgánico, que un día iba a suceder conmigo. Un día tenía que escribir, sobre lo que veía, he sentido y de alguna manera creo. Algún día tenía que escribir sobre ese legado humano, espiritual de la gente del campo, con la complejidad de la realidad rural, de los procesos agrarios, y alejado de los estereotipos, que se tienen del hombre de campo, de las problemáticas que se vivieron y viven en el campo. Al menos lo intenté.
Tenía también muchas interrogantes, vivencias mías y de otros. Es además una novela que se conecta, con muy pocas zonas de mi escritura, que en su mayoría son más urbanas, pero sí se relaciona con el abordaje en mis textos de conflictos sociales, con la mezcla de lo real y lo fantástico que está en muchas de mis obras teatrales y el que ha estudiado mi dramaturgia, va a encontrar ciertos vasos comunicantes, que a la vez, va a la raíz, mi primer cuento publicado en los 90: “El señor de las Tijeras”.
Las últimas vacas… es una novela que ne hizo feliz escribirla, que me llevó por un largo viaje a mis abuelos, a mi familia, a las esencias de una parte de lo que de alguna manera soy. Quiero decirte, que antes de escribirla, hice un recorrido a lo que eran las tierras de mis abuelos, con uno de mis primos y lo que experimenté, creo que de alguna manera están en la novela, que se alimenta mucho de la investigación y lo vivencial: las tierras perdidas, los límites entre las fincas irreconocibles, los lugares simbólicos de la memoria transformados. Y no era sólo porque muchos de los nietos de esos campesinos, se fueron del campo, se convirtieron en Lucio, Elisa, Isabel, María. No, ese es un motivo demasiado simple.
¿Cómo fue tu relación con los personajes, nombrarlos, darles vida?
Fue importante esa mezcla de personajes, con vidas distantes y diferentes que se relacionan. Hay una genealogía, que tiene que ver con la idea de que muchos en el campo son familia, están emparentados, no importan donde vivan y trabajen Hay conflictos sociales, que me interesaba insertarlos orgánicamente, como los de Norma, la internacionalista; Mario, el maestro; Elisa, la periodista o María, la prima de Isabel, por ejemplo, todo de alguna manera se relaciona, con el campo; pero abarca muchos aspectos de la sociedad, la emigración interna y externa, sobre todo la primera, de la que poco se habla. Es el campo, pero esta la salud, la educación, el turismo, la destrucción de la industria azucarera, el internacionalismo, y la selección de personajes, su biografía lleva a eso. Incluso la vaca Patria, es un personaje.
¿Qué significa ganar el Guillermo Vidal por el nombre que lleva y luego el Premio de la Crítica?
Ganar el Premio Guillermo Vidal, tiene una significación, por la importancia del Guille para la narrativa cubana. Apunto que nunca lo conocí en persona, pero admiraba, admiro su obra, y lo otro, que si no fuera por el premio, quizás no se hubiera visibilizado con tanta inmediatez – a pesar de que se demoró cinco años en publicarse – para lograr lo más importante, que es la relación con el lector.
El Guillermo Vidal, propició que luego recibiera los premios de la crítica Orlando García Lorenzo de la Uneac en Matanzas, y el Premio de la Crítica Literaria, 2022, que ofrecen otra visibilidad.
El jurado del Guillermo Vidal, conformado por Alberto Naranjo, Francisco López Sacha y también contribuyó a la promoción de la novela, especialmente López Sacha, quien hizo varias presentaciones en espacios claves, con un ensayo apasionado, riguroso e iluminador, que contribuyó a difundirla entre los posibles lectores.
Hay otra importancia del Guillermo Vidal, que es los autores y obras (novelas y cuento) que lo han obtenido. Eso es también que prestigia al concurso, que merece tenga una larga vida, y a la vez se combine con espacios de intercambio, de confrontación, entre los autores ganadores y los estudiosos de la narrativa del Guille. Por ejemplo, me hubiera gustado mucho, algo que todavía puede suceder, asistir a la presentación de la novela en Las Tunas, que es un lugar que lo merece, más allá de tener el privilegio de que un escritor y poeta como Carlos Esquivel, un lujo, lo haya hecho durante la Feria del Libro. Creo que ir a Las Tunas, sería como el cierre de un ciclo, relacionado con la convocatoria del concurso.
El premio de la Crítica, me hizo muy feliz, especialmente por una razón, ese universo rural, esos personajes del campo o que son habitados por lo rural, fueron visibilizados, no se perdieron en el anonimato de un libro no publicado. Fui feliz por ellos, por la gente que aparece reflejada, por la problemática de la novela. Eso es lo más importante, y que pueda ser reeditada, y mucha más gente pueda leerla. Sueño con presentarla en esas comunidades rurales. Se acabaron tan rápido los libros, al menos en los lugares, donde podían hacerse, que fue imposible.
Alguna anécdota con con lo lectores…
Es un libro, que la gente ha leído, los especialistas, los que pertenecen al mundo literario, la gente del campo y se lo han prestado unos a otros. También lo han mandado a buscar de diferentes lugares de Cuba y del extranjero. Se ha promocionado relativamente bien, porque ha tenido cierta difusión, al menos en ciertas regiones del territorio nacional y fuera de ella. Hay lugares a donde no ha llegado; pero a otras partes sí. La gente lo ha leído y lo ha comentado, me ha enviado sus experiencias o la de sus familiares. Las tengo guardadas. Agradezco a muchos colegas, esa difusión. La lista es larga; pero ellos saben quiénes son. Han sucedido muchas cosas con él, que me recuerdan a las puestas de Huevos o El Concierto, donde la gente, tenía muchas anécdotas de lo que le había pasado, gente que ha llorado, que revelado su testimonio, y ha dicho, que esa era la historia de su abuelo o de su familia.
Pasaron muchas cosas con esa problemática y la gente hace catarsis. Es una mezcla de nostalgia, frustración, de anhelos. Tengo mensajes de un ex jurídico de una empresa pecuaria, que pasó de mano en mano el libro, entre la gente relacionada con el tema. He tenido debates intensos, con personas que fueron directores de empresas. Existe un libro viajero, que recorrió gracias a una amiga, Lucía Camacho, varios países, fue firmado por varios coterráneos y volvió a mí. Lo guardo como una reliquia. Ella también compró diez libros, para que lo leyera la gente del Valle de Guamacaro, que se lo han leído y prestado, como un libro que les pertenece.
Lindo fue ir a la Feria de Guantánamo y presentar la novela, hacer el mismo recorrido de Francisco de la Cal cuando se lo llevaron preso. Guantánamo está de varias maneras. Allí tuve una experiencia singular, se presentó como tres veces, tuve un conversatorio y también nos llevaron a una cárcel, a presentar libros y hablar de nuestros libros. Muchos querían tener el libro de las vacas, pero estaba un poco caro, para lo que cuesta un libro. Entonces hice regalos. Espero que lo hayan disfrutado. Fue una experiencia dolorosa, no me gustan esos lugares, pero compartir, conversar con los reclusos ha sido algo inolvidable.
Hay muchas cosas, que me han pasado y que pasaran. Tengo fe. Es un libro que ve en el final, un nuevo nacimiento. Y eso, dentro del caos, es esperanzador.
Cinco opiniones sobre la novela Las últimas vacas van a morir
“Voy a dejarme seducir por una novela que será capital en nuestras letras, Las últimas vacas van a morir (2017), de Ulises Rodríguez Febles, quizás el cambio más visible y el punto más alto de estilización de la temática rural a lo largo de medio siglo. Sí, a lo largo de medio siglo exactamente. No pude comprender hasta hoy, después de su lectura, que el mundo agrario volviera a la literatura cubana con esa fuerza y ese desparpajo narrativo, con la audacia de los principios posdramaticos en la escritura, con un conflicto inasible situado entre la sociedad y el individuo, entre la modernidad y la tradición, con la autenticidad de un problema insospechado que no será, como antaño, la posesión o uso de la tierra, sino la transformación de la vida campestre y los escollos que esto supone una vez que la ciudad entra en el campo, una vez que la demarcación está situada en ese límite ambiguo, entre la comunidad de los pueblos nuevos y las tentaciones de la vida urbana, una vez que los hechos históricos nos depararon otras sorpresas con la crisis económica y social de los años 90 y su sombra ominosa se cernió sobre la generación más joven” Francisco López Sacha, tomado de Cubaliteraria.
“Las últimas vacas van a morir, sostiene una narrativa profunda que no escatima abordar con audacia y valentía ningún conflicto o situación por difícil que sea, desde una sinceridad e inteligencia que hacen de ella una descomunal obra aparecida en momentos en los que pareciera este, un género en franca decadencia en Cuba“. Arístides Vega, poeta, crítico, gestor cultural. Tomado de Crónicas de martes.
“Voy camino al trabajo, sólo voy por la página 200. Disfruto leer, pero cuando un libro me atrapa no quiero hacer nada más. “Tus vacas” me han cautivado. Se me antoja que puedo desmenuzar tu libro en una clase y mezclar tu literatura con la historia de este país. No eres capaz de imaginar cómo mis lágrimas rodaron a las 2 de la mañana de anoche cuando me adentré en la lectura. Soy nieta de campesinos, de campesinos como los de tu libro y un dolor oprime mi pecho: la arboleda, el cañaveral….” Idelmis Marichal, Licenciada en Español y Literatura.
“Los amantes de lo real maravilloso apreciarán este libro cargado de resonancias mágicas, de contradicciones, de imposibles, de un lirismo desgarrador, donde soplan a lo lejos los aires de Macondo y de Comala. Y en medio de todo, las vacas, un borrón en el paisaje campestre, una postrera esperanza”. Giselle Bello, tomado de periódico Girón.
“Rodríguez Febles ha vuelto a la narrativa y lo hace con fuerza. Se ha acercado al mundo rural con una mirada profundamente crítica, pero al mismo tiempo su novela es un llamado urgente a que prestemos atención a esa zona esencial de la economía, gracias a cuyas esencias subsistimos. En ese sentido, es una novela no solo de valores muy satisfactorios, sino sobre todo necesaria, por la importancia de la temática que trata. Rodríguez Febles además la ha escrito con una clara voluntad de desmarcarse de los tópicos usuales con los que esa realidad ha sido reflejada en la literatura. La suya es una visión respetuosa y hecha desde dentro, y por eso prescinde de estereotipos, elementos folclóricos y pintoresquismo. No hallamos en ella el cliché del campesino ingenuo, inculto, que se expresa incorrectamente, sino a hombres y mujeres con complejidades psicológicas similares a las de cualquier ser humano”. Carlos Espinosa, tomado de Cuba Encuentro