11 años promocionando la Literatura Cubana

Un libro y su guardina

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    Jorge Antonio García Orce

    MENCIÓN. VI Concurso Caridad Pineda in memoriam de Promoción de la Lectura. Santiago de Cuba, 2023. Auspiciado por Asociación Cubana de Bibliotecarios (Ascubi) y Biblioteca Provincial Elvira Cape, con el coauspicio de Claustrofobias Promociones Literarias, Uneac y Radio Siboney / También mereció los premios otorgados por Radio Siboney, la Unión de Historiadores de Cuba (Unhic) y la Unión de Periodistas de Cuba (Upec).

    Leerlo era cosa seria, y ceremoniosa: “Abuela, préstame el libro”; yo tenía siete u ocho años; ella secaba sus manos en el delantal, siempre estaba en la cocina o lavando ―con sólo un diente de ajo, un chicharrón, un poquito de azúcar y un chorrito de vinagre hacía una clase de potaje―; iba silenciosa al cuarto, tomaba las llaves de un clavito y abría el armario de largos espejos en ambas puertas. Era un envoltorio de paño purísimo lo que ponía en mis manos, y sólo entonces hablaba.

    ―Tome ¡y cuídelo mucho, que eso es un tesoro!

    Cuidarlo era no tirarme en el piso con él, hojearlo con suavidad, por nada del mundo comer o beber encima. Cuidarlo significaba también envolverlo nuevamente en su paño purísimo al terminar la lectura y devolverlo a las manos de la guardiana, que de un vistazo verificaba, luego asentía y lo colocaba en su lugar, bajo llave hasta la próxima vez.

    Era un libro grande y pesado para un niño que apenas levantaba dos cuartas del suelo; carátula gruesa verdeolivo resplandeciente a tono con el título en letras doradas: Bohemia. Edición de la Libertad.

    Sí, estaba conformado por una selección de publicaciones de la célebre y clásica revista cubana en 1959. En casa se decía que fue idea del abuelo José, veterano militante comunista desde los tiempos del Partido Socialista Popular, mandar a encuadernar en un único volumen ejemplares escogidos por él mismo, debido a la difusión que hicieron de trascendentales sucesos de la lucha contra la tiranía batistiana. Mi hermano menor asegura que el nombre del abuelo, José Orce Velázquez, también fue grabado en letras doradas en la parte inferior derecha de la cubierta de aquella entrañable pila de Bohemias, convertidas en libros, y que la abuela Juana custodiaba con tanto celo.

    Yo lo descubrí por casualidad. “Abuela… le pregunté un día, porque el que guarda siempre tiene… ¿tú tendrás por ahí alguna bola mía?” Sí, las encontraba dormidas y, con mucho cuidado como para no despertarlas, las guardaba envueltas en un pañito bajo llave. “Vaya, ahí tiene, ¡cuídelas!”; mis ojos, sin embargo, se quedaron sobre un envoltorio mayor, “¿y eso qué es, abuela?” Me dio las bolas, puso la llave y regresó a la cocina. Esa misma tarde tenía el libro abierto en sus piernas.

    ―Mire, me señaló una foto, este es Boca’e barco, el canalla más grande que ha tenido Cuba.

    Al fin veía a aquel de quien la maestra hablaba mal y la vecina, una negra rabiosa, tanto añoraba. Desde toda la página me miraba Fulgencio Batista.

    Ese propio día, o quizás otro, Abuela llevó mi atención hacia una fotografía que también llenaba una plana. Era una señora mayor cubierta con un velo, un crucifijo, un rosario y una expresión de bondad en el rostro… “Se parece a ti ¿quién es?”. “Es la señora Lina, Lina Ruz, ante la Caridad del Cobre”. Fue aquella la primera y única vez que he visto la imagen casi familiar de la madre de Fidel.

    Las Bohemias encuadernadas tenían muchas fotos, y ello atizaba mi curiosidad y, al mismo tiempo, alimentaba el interés por la historia de Cuba, fundamentalmente, por la de aquella etapa de lucha popular contra Boca’e barco.

    No sé cuántas veces repasé las fotos de los cadáveres de los asaltantes al “Moncada”, acomodados como si hubiesen muerto en combate ―según decía el texto adjunto a las imágenes― en los patios de la que sería mi propia escuela.

    Jamás olvido la mirada tranquila, inocente de José Luis Tassende, con uniforme y grados de sargento, sentado en el piso, las manos asidas a la rodilla de una pierna flexionada, herido. Después apareció como muerto en la acción; pasados cincuenta años una de las fotos acompañantes de un reportaje que escribí para el semanario Sierra Maestra, presentaba a un pionero destacado en igual postura, con un libro abierto delante y una mirada chispeante, de vida.

    A Abuela no le gustaban muchas fotos, pero yo tenía que saber, decía. Eran la picana eléctrica, el vergajo, las tenazas, y otros instrumentos de tortura; y las espaldas todavía ardiendo por los tabacos aplastados en ellas; y el rostro tranquilo de los sicarios. “Gavilla de asesinos” era el titular: Ventura, Carratalá, Laurent, los hermanos Salas Cañizares y el que me resultaba el más repugnante, Pilar… García (como yo): “Nombre de mujer y alma de asesino”, decía el pie de foto.

    Ya de adulto, entendí la premonición de Abuela Juana: “Muchos de estos huyeron, a otros los fusilaron; pero si esto se cae volverán… y serán peores”.

    La selección de Bohemias encuadernadas contenía, por supuesto, abundante información acerca de los más relevantes sucesos del telúrico año de 1959; mucho texto escrito, entrevistas y reportajes, como corresponde a una revista, naturalmente y, ya lo he dicho, copioso material fotográfico que era, a mi mirada infantil lo más atractivo: Cuando la descarga de fusilería justiciera impactó al esbirro Cornelio Rojas en Santa Clara, su sombrero voló como lanzado por las balas; un tal Alayón, también fusilado, yacía con las manos torcidas grotescamente… . Y fotos de Fidel, Camilo, Efigenio, Che, parecidos al Cristo que Abuela tenía en la cabecera de la cama, y la “Boda Rebelde” de Raúl y Vilma en el Rancho Club; y muchas otras de soldados rebeldes con barbas, melenas, collares a quienes ella misma dio de beber como a cachorros hasta vaciar sus reservas, mientras esperaban apostados a lo largo de nuestra avenida el final de las conversaciones en torno a la rendición de Santiago de Cuba, el Primero de Enero.

    Entre páginas, la publicidad: Glostora, una loción para el cabello masculino; un señor de bigoticos con una copa sudada y desbordada de espuma: “Hatuey, la gran cerveza de Cuba”; una muchacha anunciando el jabón Rina; caricaturas, dibujos y… “¡muñequitos!: el Bobo, el Loquito, el Hombre Siniestro, y el mejor: unas nalgas bien cubanas paseando como maracas por la acera provocan el piropo.

    ―¡Mulata… ¿ese movimiento también es del 26 de Julio?!

    Bohemia. Edición de la Libertad desapareció de casa ya muertos los abuelos. Quizás también le llegó su turno, como se van la infancia, los amigos y los amores. Quizás esté, prefiero pensarlo, donde su guardiana, envuelto en un paño purísimo bajo llave, esperando por algún niño curioso que lo descubra.

    Entonces volverán el libro y ella, como tantos libros viejos, porque los buenos siempre vuelven… y serán mejores.

    Naskicet Domínguez Pérez
    Naskicet Domínguez Pérez

    Licenciado en Computación y Matemática. Comence el mundo del audiovisual desde el 2000 para luego terminar en el diseño gráfico. Miembro de la Oficina Nacional de Diseño y de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales. Co-Fundador de Claustrofobias Promociones Literarias.

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