
La relación de José Soler Puig con China y sus máximos líderes guarda una simpática anécdota. El santiaguero, Premio Nacional de Literatura en 1986, recibió el primer Premio de novela Casa de las Américas en 1960 con la novela Bertillón 166. Y en septiembre de ese mismo año en que recibió el premio, viajó al país asiático con una delegación cultural presidida por Vicentino Antuña.
Bertillón 166, le abrió varias puertas a Soler, y fue traducida a más de cuarenta idiomas, entre ellos, el ruso, vietnamita, catalán, húngaro y el chino. Al hablar de las mayores emociones como escritor Soler Puig declaró:
“Cuando salí fuera de mi país por primera vez. Visité China, Checoslovaquia, Unión Soviética… En otro viaje estuve de nuevo en la Unión Soviética, invitado por la Unión de Escritores de ese hermano país. Ésas fueron emociones muy gratas. Pienso que esos viajes les abren notables perspectivas a los creadores, le ayudan a encontrar en lo universal lo cotidiano y esto permite ofrecer universalidad a lo creado”.
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En una entrevista concedida a la escritora y periodista cubana, Raysa White, Soler Puig le cuenta que fue Fayad Jamís quien le sugirió el título de la novela Un mundo de cosas: “Fayad y yo fuimos juntos a China. Yo iba para una invitación de los chinos, pues trataban de traducir Bertillón 166 a ese idioma, y necesitaban un contacto entre el traductor y yo. En ese interín leyó la novela y me sugirió el título”.
De ese viaje Soler le relata a Raysa lo que consideraba la mayor vergüenza de su vida, luego cuenta una versión más breve al periodista Armando Chávez. Le dice a Raysa, más extenso y preciso:
“Por cierto, en China me pasó una cosa terrible. Mi viaje coincide con el de una delegación de escritores y artistas que también visitaban ese país y a alguien se le ocurre tomar una foto de grupo. Figúrate, en aquellos tiempos la cuestión oficial, el cubano en el extranjero. Te decían, te paras aquí, tú te paras allá y… A mí me dicen: “Soler, usted va aquí”. Y cuando voy a ponerme, hay un chino en mi puesto. Trato de hacer que él entienda que ése es mi lugar, pero el chino nada. Le metí un empujón. Era Chou En Lai. Cuando me lo soplaron pasé la vergüenza más grande de mi vida. No sabía qué hacer. Él no me dijo ni pío. Después nos hicimos grandes amigos. Me pasé tres meses en China y conversé como tres o cuatro veces con Mao Tse Tung y Chou En Lai”.
En su entrevista, Armando Chávez le pregunta qué recuerda de Mao Tse Tung, y Soler responde: “Era exquisito en el trato. Sentaba a sus invitados en el asiento principal de la mesa”.
Resulta curioso que en la obra narrativa y teatral de José Soler Puig también aparecen referencias a lo chino. En la novela Bertillón 166 los chinos son personajes muy trabajadores en la fonda, un lugar donde se vendía comida: “Mujeres frente a los mostradores de las bodegas, los chinos despachando, con su pasito saltarín”.
Y para referirse a la situación de Cuba antes del 59 también se apoya en personajes que hacen referencia a los chinos. Recordemos que Bertillón, es una novela que escribe Soler para denunciar los males de la dictadura de Batista: “¿Los chinos de aquí estarían contentos en Cuba o querrían irse a la China de ahora?”, dice un personaje, y más adelante afirma un personaje pesimista: “No vale la pena luchar ni morir por nadie. A Cuba no la arregla ni el médico chino”.
El macho y el guanajo, obra teatral de José Soler Puig es, según Fernando León Jacomino, un texto fundacional para el teatro santiaguero y se convirtió en emblema de las dos etapas más importantes del Conjunto Dramático de Oriente, devenido Cabildo Teatral Santiago. Y en esta obra Soler Puig acompaña a El Negrito, ese personaje pícaro cubano con el personaje de El Chino muchas veces discriminado.
En estos días que se celebra la Feria Internacional del Libro de Beijing 2020, bien vale una relectura y promoción a la obra de José Soler Puig, que también dejó una huella en la historia y la cultura de China. Y tal vez pueda volver a circular para los lectores chinos.