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Los caminos de Julio Llanes

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    Escrito por Emmanuel Tornés

    Con esta ficción asistimos a la historia simbólica del florecimiento y definición de Trinidad como una de las urbes más fascinantes de Cuba en el siglo XIX. La trama de Los caminos del viento permite conocer cómo se fragua la imagen económica, social y cultural de la bella ciudad del centro-sur de la Isla, donde el romanticismo, a diferencia de otros sitios del planeta, surge en medio de adversas condiciones políticas. Por un lado, una burguesía azucarera ultra conservadora y violenta, amparada por el colonialismo español, erige su fortuna y poderío a costa del trabajo despiadado y la sangre de los esclavos africanos y de los opositores criollos. Al mismo tiempo, vemos cómo en ese hostil contexto de terror y fanatismo se define nuestra otredad, la cubanía más resuelta expresada en el separatismo y, sobre todo, en el independentismo, tanto en los campos de batalla como en la cristalización de las letras, la arquitectura y la música insulares.

    Esas inmensas fortunas trinitarias contribuyen, paradójicamente, a trazar la imagen y atmósfera de la referida urbe mediante la construcción de suntuosos palacios –como el de don Mariano Borrell y Padrón–, teatros, plazas, calles y paseos. Según nos revelan los acontecimientos de la narración, la fastuosidad de las mansiones servía a cada clan para mostrar su jerarquía económica y social  frente al otro. Ello explica, además, por qué acogían en sus salones a destacados músicos, pintores, escritores, arquitectos y científicos, figuras cuya presencia contribuía a configurar los misterios y fantasías de las familias acaudaladas y de la urbe que, al decir de Lydia Cabrera en este relato, “es el único lugar del mundo donde una nunca llega a saber si lo contado es un mito, una leyenda o una verdadera historia, si es que la verdad está en la historia”.

    ¿Constituye Los caminos del viento una novela convencional? De ningún modo. Por la rica coloratura conflictiva de los protagonistas, por el tratamiento actualizado de lo histórico, por el singular enfoque de lo social, económico y cultural, por los ricos juegos con la temporalidad, pudiera creerse que se trata de una novela de personajes.

    No es ocioso recordar la anécdota de que Trinidad y sus convulsos años del XIX estuvieron en las miras fabulares de Alejo Carpentier, ficción que el autor de El siglo de las luces no alcanzó a realizar, pero que, por puro azar, la sensibilidad,  la investigación la creación y los destinos del viento, permitieron que fuera nuestro querido amigo, el escritor espirituano Julio Llanes, quien descubriese esa veta literaria, se sumergiera en los archivos y escribiera la novela que comentamos tiempo antes de conocer el curioso dato de Carpentier.

    Por sus sobresalientes cualidades literarias y tratamiento de lo histórico, un jurado integrado por Rogelio Rodríguez Coronel, Milene Fernández y Laidi Fernández de Juan confirió en el 2020 el Premio de novela Alejo Carpentier a Los caminos del viento, el más importante galardón del género en nuestro país. A Michel Encinosa Fu se debe la edición y corrección; a Suney Noriega Ruiz, la dirección artística y el diseño de cubierta; a Laura Vaillant Agramonte, la ilustración de cubierta; y a Yuliett Marín Vidiaux, el emplane.

    ¿Constituye Los caminos del viento una novela convencional? De ningún modo. Por la rica coloratura conflictiva de los protagonistas, por el tratamiento actualizado de lo histórico, por el singular enfoque de lo social, económico y cultural, por los ricos juegos con la temporalidad, pudiera creerse que se trata de una novela de personajes. Sin duda, estos son importantes; pero a medida que avanzamos en la lectura, advertimos que sus desempeños se subordinan a una imagen superior: la de la ciudad de Trinidad y el modo peculiar en que esta localidad alcanza su esencialidad a partir de las contradicciones que la engendran.

    Deviene, por tanto, un texto ficcional en el que el cronotopo trasciende el simple papel de lo espacial en la narrativa. Llanes consigue algo superior: aprehender y resumir lo “trinitario”. Es decir, el texto ficcional nos revela cómo Trinidad llega a ser la urbe con los encantos que hoy nos hechizan. Y esto vale mucho para nacionales y foráneos, ya que desde ahora contamos con una ficción que nos permite “asistir” alegóricamente, desde la colonia hasta hoy, a la historia de la bella ciudad centrosureña.

    Por último, vale la pena destacar que junto al encanto de las peripecias de la novela, Julio Llanes no ha perdido de vista la posibilidad de ofrecer a los lectores algo más: un relato de muy variadas recepciones, la primera de las cuales es, sin objeciones, la historia, en específico, la intrahistoria.

    Pero Los caminos del viento puede también leerse desde la identidad cultural, la mitología, el feminismo, las religiones, la antropología, la arquitectura, la literatura, la música, la arquitectura, la epigrafía, la intertextualidad y la metaficción. O desde esa recurrente problemática de la novelística cubana actual que es la sociología del exilio y el reencuentro familiar.

    El autor nos entrega un universo seductor en el que contienden los poderosos patricios de Trinidad junto a aquellas figuras que aportaron su sangre, trabajo, ritos y cultura en calidad de subalternos, fuesen blancos, esclavos o mulatos libres, como el poeta Plácido. También personalidades de paso en distintos tiempos como Gertrudis Gómez de Avellaneda –durante la gobernación en la Isla de Francisco Serrano y Domínguez (1859-1862)–, Alejo Carpentier y otros. A no dudarlo, Los caminos del viento permitirá a los trinitarios, espirituanos y cubanos en general comprender con más hondura por qué Trinidad es la ciudad romántica de Cuba, cuyas calles y rumores nos embrujan hasta hacernos perder la noción del tiempo, lo mismo que experimenta el personaje de Yohana casi al cierre de la ficción y de su viaje a la mencionada villa:

    Ya no sé si realmente el viaje ha terminado o no. Ahora mismo tengo la impresión de que va a comenzar de nuevo. Esta isla maravillosa sigue siendo un misterio, Lydia, una madeja inmensa donde no se ve la punta del hilo. Presiento que se necesitan muchas vidas para que las voces del viento soplen en la dirección deseada, o, al menos, para descifrar con nuestros propios ojos los senderos. Ojalá que podamos, como dice Rolando, seguir caminando los caminos del viento. ¿Cuáles serán? Ojalá que siempre podamos reencontrarnos. Ojalá.

    La Habana, 17 de febrero de 2023

    Equipo Editorial
    Equipo Editorial

    El personal editorial de Claustrofobias Promociones Literaria esta coordinado por dos amantes del mundo literario cubano. Yunier Riquenes, escritor y promotor cultural y Naskicet Domínguez, informático y diseñador.

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