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Alberto Guerra Naranjo: “Me siento muy poderoso cuando escribo una historia de ficción”

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    Desde niño me interesé por contar historias, primero a través de dibujos de historietas que mis amigos se morían por leer y que yo finalizaba siempre en un punto climático para que continuaran con su interés, y luego, ya en la universidad, decidí cambiar el dibujo por la palabra para contar historias. Recuerdo que una vez mi profesora de Historia de Cuba, Fátima Alonso, después de leer un par de cuentos míos, me llamó aparte y me dijo que yo tenía talento como escritor de ficciones, pero que con talento solo no se podía llegar a ser un gran escritor, porque también hacía falta voluntad de hierro y mucha superación, mucha lectura, y a mí, en aquel momento me faltaban esas dos últimas condiciones.

    Entonces, mi querida profesora me dijo que pasara por su casa con dos cajas grandes de cartón y cuando lo hice me las llenó con libros clásicos como Papá Goriot, Las ilusiones perdidas, Madame Bobary, Crimen y castigo, cuentos de Antón Chejov, de Guy de Maupassant, de Julio Cortázar, entre otros publicados y vendidos a precios módicos por las editoriales Huracán y Cocuyo, que me ayudaron a aumentar mi biblioteca y que me mantuvieron leyendo como un poseso a partir de ese instante mágico.

    Si a esto le sumamos que mi madre, santiaguera de pura cepa, acostumbraba a escuchar las novelas radiales altísimo y que cuando yo regresaba de la escuela aquellos dramatizados apenas permitían que durmiera la siesta, sumado a las películas de Cine del ayer donde mi madre, mis hermanas y yo llorábamos a moco tendido con los argentinos Libertad Lamarque, Hugo del Carril, Santiago Gómez Grau y otros en filmes como El día que me quieras o Todo un hombre, más las películas mexicanas de Jorge Negrete, Pedro Infante padre y María Félix, entre otros, ya podríamos considerar que desde que nací me estaba preparando para escribir ficciones.

    Yo quería ser director de cine, pero como era negro y vivía en Marianao, no en El Vedado, no cerca del ICAIC, y como mi país era pobre, muy rápido lo comprendí todo y se me fue quitando esa idea de la cabeza.

    En mi beca, cuando estaba en octavo grado, se rompió el camión de cine móvil y dejaron casi un mes el proyector con una sola película que nosotros repetimos centenares de veces, porque hasta aprendimos a manejar el proyector y en secreto veíamos aquella película una y otra vez; se trataba de Tiempos modernos, de Chaplin. Quien haya visto tantas veces esa estremecedora película de semejante genio está obligado a convertirse en escritor de ficciones o en director de cine.

    Yo quería ser director de cine, pero como era negro y vivía en Marianao, no en El Vedado, no cerca del ICAIC, y como mi país era pobre, muy rápido lo comprendí todo y se me fue quitando esa idea de la cabeza. Era preferible ser escritor de ficciones, que era más que director de cine y más que guionista y más que actor, porque en las ficciones escritas se pueden lograr más variantes estéticas que con otras manifestaciones artísticas; con la escritura de ficciones se puede convencer mejor que con un discurso político, se puede borrar la línea que enmarca el mundo físico que llamamos real, del mundo mágico que llamamos fantástico.

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    Las relaciones entre ética y escritura y el placer de narrar son los sostenes fundamentales de esta excelente novela con la que Alberto Guerra …
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    Editorial

    Publicado

    N° de páginas

    300

    Encuadernación

    Yo me siento muy poderoso cuando escribo una historia de ficción, cualquiera que sea el tema, pero más disfruto cuando alguien me pide versionarla al audiovisual, como me ha pasado con mi cuento “Disparos en el aula” y con tres cuentos más. La literatura sirve para ofrecer amables resonancias con los lectores y si lo que escribes también se traduce a otros idiomas o termina siendo objeto de estudio de tesis de grados de estudiantes universitarios o sirve para que los académicos escriban ensayos sobre tu obra, pues creo que se ha sobre cumplido en el oficio, más allá de los premios literarios.

    Porque no creo en los premios literarios donde un jurado compuesto por tres o cinco personas resuelve premiar, a veces con montos de dineros considerables, algún libro, cuento o poema sobre un grupo de obras inéditas que solo ellos conocen y que no tienen garantía alguna de que serán leídas o aclamadas por el público lector, cuando debería ser al revés, debería premiarse al autor que con su obra, a la vista de todos, haya logrado éxito de critica académica y de lectores, así debería ser, pienso yo.

    No obstante, por encima de premios y de publicaciones, lo más importante para un escritor de ficciones es, a mi juicio, lo que ocurre de su piel hacia adentro; es la responsabilidad con que hilvana sus frases, el peso que brinda a su palabra y el peso que intenta dejarnos a través de la historia que escribe.

    Equipo Editorial
    Equipo Editorial

    El personal editorial de Claustrofobias Promociones Literaria esta coordinado por dos amantes del mundo literario cubano. Yunier Riquenes, escritor y promotor cultural y Naskicet Domínguez, informático y diseñador.

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