
El escritor Leonel Daimel García dedicó en la Feria del Libro de Ciego de Ávila a reconocer al narrador, investigador y promotor cultural Félix Sánchez Rodríguez. En el espacio Estación burbuja compartió mensajes de escritores cubanos de varias partes de Cuba, enviados a Félix: Aida Bahr, Carlos Esquivel, Yunier Riquenes, Lázaro Zamora, Llamil Ruiz, Rafael de Águila, Vasily Mendoza, Francis Sánchez y Aníbal Sánchez. Unos enviaron palabras escritas, otros enviaron, incluso sacando tiempo de la sala de hospital, un fichero de audio para reconocer al amigo e intelectual.
- Aida Bahr: “Félix Sánchez es un AMIGO, así con mayúsculas”
- LLamil Ruiz: “Ojalá se sepa que sin Félix Sánchez la literatura avileña habría sido otra”
- Lázaro Zamora: A través de la obra de Félix puede seguirse la evolución de la narrativa cubana en los últimos cincuenta años
- Yunier Riquenes García: Félix Sánchez Rodríguez ha sido una escuela en la promoción literaria y cultural cubanas
Aida Bahr: “Félix Sánchez es un AMIGO, así con mayúsculas”
Félix Sánchez es un AMIGO, así con mayúsculas y por sobre todas las cosas.
Lo conocimos (me refiero a Jorge Luis Hernández y a mí) en 1991, cuando ganó un premio literario convocado en la provincia de Granma del cual Jorge y yo fuimos jurado. Disfrutamos la lectura de la novela, pero disfrutamos mucho más conocer a su autor, durante los tres días que pasamos juntos hospedados en el hotel Sierra Maestra. Allí descubrimos que, además de las literarias, teníamos otras afinidades. Por ejemplo, Félix tenía también dos hijos varones, con la ventaja de que se habían quedado en Ciego, con Mirtha, mientras los nuestros estaban allí en el hotel, alborotando y pasándola muy bien, como corresponde cuando se tienen 7 y 5 años. En esos tres días, Félix compitió conmigo en ser el primero en llegar a marcar en la cola del restaurant (el turno del desayuno valía para el almuerzo y la comida), y me complace decir que le gané siempre.
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De ahí en lo adelante mantuvimos un contacto ininterrumpido, en parte epistolar, pero también presencial, como diríamos hoy que la Covid ha vuelto popular el término. Gracias al retiro de Félix de la vida militar, y a su incorporación a la Dirección de Literatura de Ciego de Ávila, fuimos invitados a la feria del libro de allí, y se cimentaron lazos, no solo con Félix sino con la comunidad de escritores de la provincia (no puedo dejar de mencionar a Sergio González Castro, Jorge Luis Arzola, Yamilé Tabío, Carmen Hernández Peña, Ileana Álvarez, Francis Sánchez, y muchos más, porque esos “años duros” del período especial tuvieron en Ciego un singular florecimiento de actividad literaria que se debió a la conjunción de esfuerzos de casi todo ese grupo); tales lazos propiciaron nuestro regreso a la ciudad en más de una ocasión a diferentes eventos, impartición de un seminario de narrativa, etc. No solo yo, mis hijos también guardan un recuerdo hermoso de esa época en que compartimos tanto teniendo tan poco.
La amistad se ha conservado inalterable, sobre todo porque Félix se encarga de mantener el vínculo llamándome por teléfono sistemáticamente, algo que me abochorna reconocer que no retribuyo en la misma medida, como antes sí hice con las cartas. Son problemas que traen los años y, al parecer, me afectan más a mí que a él.
Como escritor, siempre he apreciado la capacidad de Félix para explorar el absurdo de la vida cotidiana, su fino sentido del humor, su ironía, su diseño de personajes peculiares, pero de innegable cubanía. Aprovecha al máximo sus dotes de observación y su inteligencia analítica, combinándolos con imaginación y oficio. Él sabe que prefiero sus cuentos. Creo que tiene especial talento para la narrativa breve.
Aun así, cuando pienso en él, es en el amigo en quien pienso. Y me siento en deuda, pero no intento saldarla, porque en esa competencia de afectos puntuales (con su expresión telefónica como demostración más palpable), sé que siempre será él quien venza.
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LLamil Ruiz: “Ojalá se sepa que sin Félix Sánchez la literatura avileña habría sido otra”
Lo conocí en el año 2008. Aunque yo escribía desde que era un muchacho, ese año significó mi antes y mi después dentro de la literatura. Él era jurado de un encuentro-debate, el único en el que participé, junto a su hermano Francis Sánchez y Liuvan Herrera Carpio. Creo que su influencia fue vital para que premiaran el primer cuento infantil que yo me había atrevido a escribir hasta ese momento. Estoy casi seguro de que sin él y su confianza, mi andar por el camino de la creación hubiera sido otro, de manera que considerarlo algo así como mi padre literario es una forma muy modesta de agradecerle.
A partir de ese momento mi participación en el Taller Especializado Compay Grillo fue habitual, un espacio que me ayudó como ningún otro a convertirme en el escritor que hoy soy. Hablar de Félix Sánchez, de sus ideas para rescatar el buen gusto por la Literatura, ideas que muchos pudieran catalogar de alocadas, de sus premios, sus libros, su estatura como ser humano y escritor, nunca es difícil y siempre es un placer. Ojalá muchas otras personas conozcan la huella que sigue dejando en los escritores avileños y un poco más allá, y por ende en la literatura cubana. Ojalá se reconozca ese impacto, ese enorme talento como promotor, como mecenas, como padrino, como ser bondadoso y un poco paternalista. Ojalá se sepa que sin Félix Sánchez la literatura avileña habría sido otra, probablemente mucho menos espléndida y muchísimo más perfectible. Yo al menos lo sé.
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Lázaro Zamora: A través de la obra de Félix puede seguirse la evolución de la narrativa cubana en los últimos cincuenta años
Nos dice un personaje de Respiración artificial: “¿Y qué es en definitiva la biografía de un escritor sino la historia de las transformaciones de su estilo? ¿Qué otra cosa, salvo esas modulaciones, se podría encontrar en el final de ese trayecto?” Y más adelante agrega: “Todos nos inventamos historias diversas (que en el fondo son siempre la misma) para imaginar que nos ha pasado algo en la vida”.
De modo que, según este alter ego de Piglia, todo discurso literario es forzosamente tautológico. ¿Qué podrá decir el escritor que no se haya dicho ya? Así que no hay temas esencialmente nuevos, sino tratamientos más o menos nuevos de esos temas. Lo importante ya no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.
Quien esté familiarizado con la obra de Félix, seguramente habrá advertido esos desplazamientos −discretos eso sí, sin estridencias− con que ha ido ajustando sus textos a las exigencias de cada momento, a las nuevas circunstancias, sin renunciar a los rasgos esenciales de su escritura. No es un asunto de modas, sino de capacidad de interpretar los cambios en la sensibilidad que cada cierto tiempo engendra −teorías literarias mediante− la propia vida, capacidad de regeneración, de supervivencia literaria, podría decirse.
A través de la obra de Félix puede seguirse la evolución de la narrativa cubana en los últimos cincuenta años. El universo fabril de los años 70; las historias afianzadas en una experiencia más íntima de los protagonistas, rasgo de la narrativa de los 80; la mirada irónica, los elementos lúdicos en el discurso, la parodia y otros recursos de una posmodernidad que aflora en la literatura a partir de los 90. Todo esto está en la obra de Félix Sánchez. Todo ha salido de su gaveta prodigiosa.
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Cada vez que Félix pide a sus amigos la revisión de algún texto suyo, invariablemente añade: “Llevaba tiempo en la gaveta”. Lo asombroso es que esa gaveta no cesa de aportar nuevas obras. A cada rato sale una. Debe de ser inmensa para guardar tantos manuscritos. O mágica.
Esta sorprendente fecundidad es otro de los rasgos que distinguen a Félix. Y no es solo que escriba mucho, sino que lo haga con sostenida calidad, como avalan sus múltiples premios y la aprobación unánime de la crítica. He tenido la suerte de leer buena parte de sus libros: Bifurcaciones, Juegos de diciembre, La estación perpetua, Zugzwang, Tulio y los elefantes verdes, Las ruedas de la fortuna, Figuras contra el viento, El corazón desnudo. Sobre ellos he señalado en una ocasión “la excelencia de una prosa trabajada con esmero, un lenguaje que asombra con su ductilidad —la capacidad de Félix para la creación lingüística es uno de sus más eficaces recursos—, entre otros aciertos que imprimen a la obra una calidad convincente”.
También he señalado que su narrativa encierraun mundo hecho de obsesiones, de visiones de una realidad a la que interroga sin cesar, “que cuestiona desde la ironía o el dolor, desde el absurdo o la alegoría. Sus libros se empeñan en explorar la realidad más cotidiana, los conflictos diarios del hombre común por sobrevivir […], marcados por la hostilidad de un tiempo que ha cambiado bruscamente la vida, y siempre desde unapostura ética y un humanismo irreductibles”.
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De modo que estamos ante una obra que se ha apropiado de un espacio importante en las últimas décadas, una obra madura que continúa enriqueciendo el acervo literario del país. Ello sería más que suficiente para justificar este homenaje, pero hay algo más que no quisiera dejar de señalar: la cualidad humana de este escritor. Excelente padre, esposo, amigo. En resumen, un hombre bueno en el sentido martiano del término. Eso es todo. Sirvan estas palabras como modesta contribución a tan merecido homenaje.
Yunier Riquenes García: Félix Sánchez Rodríguez ha sido una escuela en la promoción literaria y cultural cubanas
Félix Sánchez Rodríguez es uno de los grandes autores y promotores de la literatura cubana de los últimos años. Así, escrito con esas palabras que es lo que lleva. Sus cuentos para adultos son piezas inolvidables, tanto los relatos brevísimos como los cuentos de largo aliento. Los cuentos de Félix se mueven entre lo absurdo y la realidad, y nos muestra la esencia del comportamiento humano. Los personajes y sus situaciones se hacen inolvidables. Ahí están los libros para confirmarlo. También ha publicado novelas que hay que leer y tener en cuenta. La obra narrativa de Félix Sánchez se ha premiado en Cuba en los certámenes literarios más diversos y los más reconocidos en el panorama literario cubano, pero necesitan, sin duda alguna, mayor promoción y estudios de investigación en tesis de maestría y doctorados.
Félix también ha sido una escuela en la promoción literaria, recuerdo sus trabajos sobre el arte de invitar, la manera de organizar un evento literario, y las formas de reconocer a los autores. Y este encuentro lo agradezco por eso, Félix ha dedicado gran parte de su tiempo a pensar y hacer ciencia con la promoción cultural, es una pena que tampoco se hayan tomado en cuenta, suficientemente, sus observaciones, investigaciones y ensayos. Pero él ha ido plantando en nosotros, los que queremos promover el libro y la cultura cubanas, un poco de sabiduría y prácticas. Y eso hay que decirlo y nombrarlo, y decirle a Félix, que mucho de los que somos hoy tiene una parte suya.