
Palabras pronunciadas por el escritor y periodísta, Reinaldo Cedeño Pineda en la inauguración de la Sala Cubana de la Biblioteca provincial Elvira Cape de Santiago de Cuba (19 de diciembre de 2022)
Una ciudad sin memoria, sin un lugar que la preserve, atesore y enaltezca, no pasa de ser un caserío. Emilio Bacardí, que tenía el Don bien ganado, más que por el dinero, por su recia pertenencia ciudadana, por su estatura de cubano, lo supo enseguida. Y supo que las reliquias sagradas de la guerra, que la memoria del arte, que la experiencia filtrada y acrisolada en los libros, debía tener un sitio a su altura.
Tomó como compañera de vida a una chica nacida en Ti Arriba, con un apellido francés, de nombre Elvira. Los destinos nunca son casuales. La mirada de aquellos ojos veinteañeros seguramente le insuflaron oxígeno a su ya de larga andadura. Y aquella dama, que hoy a su vez nos mira desde un óleo antiguo, aquella que lo sobrevivió unos años, que cambió alguna vez el Poción de su esposo por el Pociona que asumió como clave de guerra en la ardorosa lucha cubana por la independencia, demostró no ser menos y acabó completando los sueños que forjaron juntos, haciéndolos posibles.
El Museo Emilio Bacardí y su biblioteca, son algunos de esos monumentos que ellos forjaron y que hoy nos siguen tocando.
Los años permiten distinguir la valía de un gesto, permiten despejar cualquier bruma, permiten acrisolar los propósitos. Emilio Bacardí Moreau y Elvira Cape Lombard, pudieron dedicar su peculio, su fortuna, al ámbito personal; pero se trataba de gente de estirpe, de gente de compromiso. Esta ciudad ha de agradecerles hondamente su interés por engrandecerla.
Hoy romperemos una tradición asentada, no sé en cual tratado, de festejar los aniversarios cerrados, porque esta vez se trata de conmemorar el 59 aniversario de que la Biblioteca Elvira Cape fuese trasladada del inmueble del Museo a este monumental edificio, otrora Sociedad de la Colonia Española, y que le permitiera crecer no solo en espacio, sino también en organización y asesoría técnica, en ordenamiento y relevancia sociocultural, en acceso público y modernidad.
¿Cuántos nombres, cuántos esfuerzos están vinculados a estos años, a sus salas y servicios? Ustedes lo sabrán mejor que yo. Cuando se entrega un libro, se entrega más. Loor a las manos, a todas las manos que depositan un libro en las manos de su semejante.
Donde se escriba biblioteca, ha de escribirse nobleza. Donde se escriba libro, grandeza.
Nací rodeado de libros, crecí con ellos, incluso un día me aventuré, me atreví a envolver mis palabras en algunos de ellos. Recuerdo como me desvelaba en aquellas tardes de mi niñez, en la hora de la siesta, la bendita hora de la siesta. Y como en el insomnio, empecé a explorar la habitación, como abrí la prohibida mesita de noche de mi hermana, como varios libros apretujados en tan pequeño espacio, se desparramaron.
Al principio me acerqué a ellos con rabia, con unas ganas irrefrenables de lanzarlos contra la pared, de rasgarles sus hojas, de vengarme; pero la curiosidad pudo más. Y sin darme cuenta, el Capitán Nemo, Sandokan, Alicia, la de las maravillas y Guille, el de las aventura de Dora Alonso, me secuestraron para siempre.
Martí lo dijo de ese modo que tenía el genio de Paula, después de lo cual es difícil decir más: “Los libros sirven para cerrar las heridas que las armas abren (…) sirven para construir pueblos con los escombros que la piqueta revolucionaria ha echado a tierra (…) encienden lo escondido (…) sacan a la luz lo oscuro (…)”.
Cada capítulo de la historia de esta Biblioteca, desde su fundación hasta la llegada a Heredia 259, ha tenido sus haceres y sus protagonistas. Sean generosos, permítanle a este palabrero un pequeño espacio para presumir de los lazos que le han ligado, de diversas maneras, a la gente de esta Biblioteca, que ahora mismo escribe de corrido, se despereza, se reinventa, se relanza.
La Biblioteca Provincial Elvira Cape es un latido exquisito en el corazón de Santiago. A solo unos pasos de la casa donde nació aquel que buscó “las palmas deliciosas” en la garganta inmensa del torrente; a solo unos pasos de la Catedral, donde se forjó parte de la música cubana; sirviendo al presente, cobijando el pasado, y naturalmente, atisbando el futuro.
Tengo la certeza de que si Doña Elvira y Don Emilio, entraran ahora mismo de la mano ―imaginémoslos―, tendrían una sonrisa de satisfacción, porque esta Biblioteca ha escrito, inscrito, en sus 123 años, toda una hazaña coral.
Si, como dijo El Maestro, “los libros consuelan, calman, preparan, enriquecen y redimen”, solo queda agradecerles a ustedes, a los que pensaron este sitio y a los que defienden esta idea. Gracias por consolarnos, calmarnos, prepararnos, enriquecernos, redimirnos.
Y algo más, ya sé que es una petición exigente, profunda, pero imprescindible: No desmayen. Esta ciudad los necesita.
Santiago de Cuba, 19 de diciembre de 2022.