
Intervención en la Feria Internacional del Libro de Beijing 2020 de Juan Rodríguez Cabrera, Presidente del Instituto Cubano del Libro
Jorge Luis Borges decía que no imaginaba un mundo sin libros y desde 1959, el gobierno revolucionario se imaginó a un cubano lector como hombre del futuro. Este concepto del hombre nuevo es eminentemente martiano, como también el de ser culto para ser libres, sustentado además por la divisa del Comandante en Jefe Fidel Castro: “No le decimos al pueblo cree. ¡Le decimos: Lee!”
Una de las prioridades iniciales de la Revolución cubana fue la educación y el fomento de la cultura literaria y científica porque en 1959 se encontró un alto nivel de analfabetismo, la ausencia de un sistema editorial y apenas 32 bibliotecas públicas para atender a una población de 6 millones de habitantes. No es casual que bajo la guía de Fidel se gestara una Campaña de alfabetización y que en 1961 Cuba se proclamaba territorio libre de analfabetismo tras una hazaña sin antecedentes. Desde entonces en nuestra pequeña isla, la instrucción desde las primeras edades y el fomento de la lectura son políticas estatales subsidiadas para hacer del cubano un hombre más integral.
En el propio año de la histórica Campaña de Alfabetización, que declarara a nuestro país territorio libre del analfabetismo en América y en medio de tantas agresiones imperialistas, ya la Revolución, con su máximo líder al frente, se preocupaba por el desarrollo de la cultura como elemento sustancial en la vida de los cubanos, para enriquecer sus aspiraciones, inquietudes, necesidades; la cultura como fomento de valores en una nueva generación y, dentro de ella, desde esta época el libro siempre contó con su estímulo y prioridad.

Previamente, el gobierno revolucionario había promulgado el 31 de marzo de 1959 una ley mediante la cual se creaba una Imprenta Nacional y un año después, en marzo de 1960, al originarse un conflicto en los periódicos Excelsior y El País, cuyos dueños los abandonaron, durante una asamblea en su taller el Comandante en Jefe anunció la decisión de convertirlos en los primeros talleres de la Imprenta Nacional de Cuba. Años después, el 27 de abril de 1967 se creaba el Instituto del Libro, antecedente del actual Instituto Cubano del Libro, que aglutina hoy 8 sellos editoriales que trabajan para diversas edades y con catálogos especializados en las bellas letras, las ciencias sociales y los temas científico técnicos. Pero a su vez, esta institución, rige la política de unas 180 casas editoriales, 22 de ellas adscritas a los Centros Provinciales del Libro y la Literatura, 5 pertenecientes a la Asociación Hermanos Saíz, de jóvenes creadores y artistas. Para potenciar más este sistema Cuba cuenta en el país con 399 bibliotecas públicas, 6335 bibliotecas escolares y 297 librerías, para una población superior a los 11 millones de habitantes.
Los estudios realizados por el Observatorio Cubano del Libro y la Lectura, muestran la gran recepción anual del evento más popular, masivo y trascendente del libro en Cuba, cuando cada mes de febrero miles de personas se concentran en el Complejo Histórico Militar Morro-Cabaña y acuden a la Feria Internacional del Libro de La Habana donde adquieren millares de libros.
Desde años recientes, consciente de su papel como rector de la política editorial nacional, el Instituto Cubano del Libro pretende trazarse objetivos estratégicos acordes a estos tiempos: desarrollar los soportes digitales y el uso de las redes sociales, cumplir un programa de desarrollo para el libro en Cuba, velar por el cumplimiento de su estrategia de comunicación y, además, alentar un sistema estable de mediciones sobre demandas lectoras, políticas y series editoriales, el comportamiento de ventas en librerías, así como la verificación del funcionamiento de espacios para la lectura como pueden ser las bibliotecas públicas o escolares y, en definitiva, cuanta iniciativa refuerce las intenciones de rescatar el valor social del libro y la literatura y de promover la lectura con una visión descolonizadora que contribuya al enriquecimiento espiritual de la población. Justamente, diversas instituciones y organismos colaboran en el desarrollo del Programa Nacional por la Lectura, el que refuerza las intenciones de promover la lectura con una visión que contribuya al enriquecimiento espiritual de la población.

Todo esto no puede hacerse en un día, sino paulatinamente, con una labor sistemática, exigente, rigurosa y, por supuesto, nada empírica, sino sobre bases científicas. Precisamente por eso la superación constante, la investigación, la búsqueda de nuevos caminos, han de ser las vías que se exploren para seguir adelante.
En un mundo que tiende a la concentración del sector editorial de grandes empresas que amenazan con destruir mediante productos estudiados comercialmente la singularidad de los pequeños, como parte de la globalización universal de la cultura, el libro todavía puede erigirse como un soporte necesario, imprescindible para las personas. Compite con las nuevas tecnologías, pero precisamente su meta puede ser hacerlas sus mejores aliadas. Luchar porque estos soportes, tan usados por los nativos digitales, sean portadores de los mejores libros, de las más altruistas ideas, auténticos defensores de nuestra causa, debe ser algo en lo que nos afanemos.
Los libros nos enriquecen porque nos enseñan a ver el mundo de una manera diferente. El libro en Cuba es una realidad tangible, palpable en cada nueva feria. Contribuir a que siempre constituya esa puerta abierta al mundo para tantos lectores debe ser nuestro mayor desvelo. También debe ser para Cuba una vía de cooperación y crecimiento con todos los países que apuestan por los valores esenciales del ser humano.