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La primera Feria del Libro en La Habana

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    Escrito por José Antonio Michelena

    El día 21 de mayo de 1937, los principales titulares de los periódicos habaneros reflejaron los sucesos de las carreras de automóviles y moto­cicletas efectuadas el día antes a todo lo largo del Malecón, un evento que congregó a más de veinte mil personas y dejó un saldo de trece heridos.

    Convocadas por la alcaldía de la ciudad a propósito de la patriótica fecha del 20 de mayo, las carreras rompieron un hiato de varios años y se adueñaron de la tarde capitalina. Los habaneros se agolparon para ver pasar las veloces máquinas en toda la extensión de las avenidas del Puer­to y del Golfo (Malecón), los parques Maceo y del Maine, y el Nuevo Malecón. Algunas tragedias acaecidas durante las competencias, como el auto que se salió de la vía y atropelló a un niño, colmaron los apetitos de las primeras planas en los diarios al día siguiente.

    En la página nueve de El Mundo, ese propio día 21, en un recuadro, se daba la siguiente información: «Feria Municipal del Libro, mayo 20 al 27. Gran exposición y venta de libros en los antiguos terrenos de la cárcel de La Habana. En nuestros Pabellones estará expuesto un extenso y variado surtido de libros nacionales y extranjeros». Y firmaban el anuncio las li­brerías La Moderna Poesía (Obispo 135) y Cervantes (Avenida Italia 62).

    En efecto, sin apagarse apenas la efervescencia de las carreras, con el aire aún impregnado de humo y combustible, compartiendo el espacio (en Prado esquina a Malecón), pero no el protagonismo, abría sus puer­tas, en horario nocturno, la Primera Feria del Libro de La Habana.

    Si las carreras, seguramente, se coordinaron con tiempo suficiente, la Feria, al parecer, se decidió de repente: los libreros que participaría en ella fueron avisados por el Ayuntamiento tres días antes del comienzo. Un gran solar situado en los terrenos que ocupara la cárcel el es­cenario escogido. Una exposición agrícola había antecedido a la Feria, por tanto, los pabellones en que se mostraron los productos del campo fueron retocados para montar las mesas y caballetes donde se exhibirían los libros.

    A pesar de la muy escasa difusión (la prensa apenas se ocupó de la Feria), de la improvisación, del horario nocturno y de otros inconve­nientes como el complicado acceso para el público, el cual debía pasar una puerta y un ancho solar para llegar a los pabellones, la asistencia del mismo no fue mala, las rebajas en los precios contribuyeron a las ventas y el saldo de la Feria fue positivo. En los siete días de duración se efectuaron presentaciones de libros y conciertos que propiciaron un adecuado ambiente cultural.

    • Producto
    • Especificaciones
    Está conformado por breves crónicas sobre historias y costumbres cubanas de siglos pasados. Se evocan tradiciones vernáculas de antaño, y el relato …
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    Editorial

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    170

    Encuadernación

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    Tan llamativo como el suceso mismo fue el silencio de las principales publicaciones periódicas cubanas acerca de la Feria. La revista Bohemiala ignoró y la revista Carteles solo incluyó dos fotos con sus correspon­dientes pies, refiriéndose a ella en la edición del 30 de mayo (en la del 23 no publicó nada). En una de las fotos se veía el stand de Carteles y de Vanidades «en la Feria del Libro inaugurada recientemente por iniciativa del alcalde de La Habana» (sic). La otra vista recogía un instante de la inauguración, en el que aparece el alcalde de la ciudad acompañado por el insigne filólogo español Ramón Menéndez Pidal, así como por los escritores e intelectuales cubanos José María Chacón y Calvo, Alfonso Hernández Catá, Emilio Roig de Leuchsenring y José Elias Entralgo, entre otras personalidades. Pero esa información no ocupa un espacio de privilegio, sino que forma parte de un grupo de fotos y sucesos en la página veintisiete.

    Sin embargo, Carteles, dos páginas antes, dedicó una plana completa a reseñar la «Exposición del Libro y el periódico americano», celebrada en Sancti Spíritus por esos días (no se precisa cuándo) y organizada por el Centro de Relaciones Internacionales, radicado en el Colegio Presbiteriano Carlos de la Torre de la citada ciudad, con la cooperación de escritores y artistas del continente. Carteles calificó la exposición como «uno de nuestros más destacados sucesos culturales»; y agregó que asis­tieron a la misma «representantes diplomáticos de nuestra América, autoridades y figuras de relieve en las zonas del pensamiento nacio­nal». En una de las fotos puede verse un stand con una muestra de la producción bibliográfica de Colombia y de Costa Rica, y en otro, una representación de revistas y periódicos estadounidenses.

    La revista Cervantes que publicaba la librería homónima, una de las protagonistas de la Primera Feria del Libro de La Habana, en la extensa crónica que le dedicara, reconoce los logros de la misma, pero asimis­mo realiza una detallada crítica de los aspectos que considera negativos y, sobre todo, deja constancia del acertado concepto que tenía acerca de lo que debían ser esos eventos. Refleja conocimiento y sabiduría el juicio de Gabriel Loperena, firmante de la crónica, sobre el alcance y repercusión de una feria del libro; la logística que conlleva; la trama de relaciones que debe envolver, y la vocación de servicio a la cultura que tenían aquellos libreros habaneros en 1937.

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    Equipo Editorial

    Equipo Editorial

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