
Cuando tocan las puertas de los Congresos de la Asociación Hermanos Saíz no puedo dejar de recordar el año 2013, y la cantidad de materiales comunicativos que se diseminaron por toda Cuba. Uno de ellos fue el libro digital y algunas copias en papel, La juventud de ahora, compilado por Yunier Riquenes y Rubiel García González, que a pesar de los años aún mantiene vigencia en los contextos cubanos actuales. Claustrofobias Promociones Literarias revive el articulo de la escritora y amiga guantanamera, Carelsys Falcón Calzadilla a modo de homenaje.
Poner palabras de moda
En estos días de intenso diálogo, polémico por demás, hemos puesto muchas palabras de moda: repensar, jerarquizar, visibilizar, y detrás de cada una de ellas un complejo entramado de ideas que responden a cómo cada uno de nosotros ha entendido estos procesos. Ayer la doctora Pogolotti lo expresaba diciendo que detrás de cada palabra hay un concepto.
Atendiendo a esto quiero poner otras palabras de moda: sensibilizar, sensibilidad; y es que en el proyecto nuevo que estamos construyendo, la sensibilidad, es decir, la capacidad de reacción, la capacidad del asombro, de exasperarse —para no emplear otra expresión más cubana— no debe faltar. En estos tiempos los antónimos de la sensibilidad están a la orden. La indiferencia, la indolencia, la falta de emoción son la respuesta a tantos equívocos, a tantos desatinos. La reacción ante lo mal hecho, ante lo feo, lo grotesco, el mal gusto, es la naturalidad, la anomia, pues los hemos incorporado, los hemos convertido en rutina.
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Quiero poner de moda otra palabra: discernir, la capacidad de elección intelectual, de elegir, y enfatizo intelectual, pues los seres humanos de este siglo estamos expuestos a un cúmulo de informaciones visuales, de palabras vacías, construcciones subliminales que nos conducen a actitudes automáticas, robóticas, y los seres humanos de este siglo nos estamos acostumbrando a aceptar, ¿sí, no? Aceptar.
La obligación de nuestro estado y sus instituciones tiene que ir hacia la superación de ese ser humano que, querámoslo o no, gestiona cada vez más de manera individual sus conocimientos, selecciona sus productos culturales, a veces convertido él mismo en autor, productor y distribuidor de sus creaciones.
Estos nuevos tiempos traen nuevas maneras de relacionarse. Lo que nos toca a todos nosotros: Estado e instituciones culturales y educativas, es influir en la superación de estos nuevos hombres y mujeres, dotarlos de sensibilidad y de la capacidad de discernir, que ganen en capacidad crítica y en responsabilidad ética para que reaccionen no con la inopia, no con un bostezo, no con el miedo a ser distintos cuando todos aceptan acostumbrados, no con el miedo de ir contra la corriente.
Quiero poner de moda la palabra subvertir para poner de cabeza a esas jerarquías que instauran en lo alto las cadenas de grueso oro, los pelados y accesorios de moda, y dejan en lo más bajo al Educador, ese que es un evangelio vivo.
Hace un tiempo leía en un libro de Eduardo Galeano, en uno de sus tremendos escritos, que el poeta Juan Gelman se preguntaba: ¿quiénes son mis contemporáneos? Miraba a su alrededor y solo veía hombres y mujeres llenos de miedo, pero recordaba a un lejano poeta oriental que le cantaba a un cazador que en la oscura noche, lejos de su hogar, podía escuchar el rumor del peine en el cabello de su amada. Entonces, Juan Gelman decía que sí, aquel poeta, aquel cazador, aquella mujer eran sus contemporáneos.
Trabajemos, empeñémonos todos, recordemos: sensibilizar, discernir, subvertir, para no tener que buscar en otros siglos a nuestros contemporáneos.