
Escrito por Abel Tobias Suarez Olivares Especialista de Primer Grado en Medicina General Integral
Italia, 9 may. – He recibido un presente que por su gran valía ha despertado en mí el atrevimiento de violar la pureza de una página en blanco. Sin ánimo de emular con los hombres de letras me dispongo a homenajear a este escritor y periodista cubano: Enrique Ubieta Gómez; a quien considero el cronista de la colaboración médica cubana.
Tuve conocimiento de su obra en mis años de adolescencia que fueron también de efervescencia martiana. Periodo que me permitió profundizar en el conocimiento de nuestro Apóstol [José Martí], su vida y obra. Hoy tengo el privilegio de compartir con él este desafío de ayudar al pueblo italiano en el enfrentamiento a la Covid-19. El siglo XXI le abrió las puertas con la posibilidad de compartir, codo a codo, junto a profesionales de la salud cubana en diversos escenarios; cada uno totalmente diferente. Con su ojo inquisitivo, su carisma, su experiencia y capacidad ha logrado que broten de las entrañas de los hijos de Cuba, la Isla Bella, historias dignas de quedar reflejadas en las págnas de libros como:
- La utopía rearmada. Historia de un viaje al nuevo mundo (2002)
- Venezuela rebelde. Solidaridad vs dinero (2006)
- Zona Roja. La experiencia cubana del ébola (2016)
Obras literarias que muestran esa otra parte de la epopeya que día a día escribe nuestro ejército de batas blancas. El que está integrado por hombres y mujeres que son dignos herederos de Martí, Céspedes, Mariana y sus Maceos, nuestro invencible Fidel; además de nuestros médicos guerrilleros Ernesto Ché Guevara y Piti Fajardo, de Finlay, Albarrán, Guiteras Gener, Eusebio Hernández y otros grandes profesionales que enriquecen la lista interminable de científicos cubanos creadores de esta escuela de ciencias médicas tan reconocida a nivel mundial en que se ha convertido la medicina cubana.
Martianos desde el ADN y convencidos de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz se dificulta la tarea de descubrir el ser humano que viste el traje de protección personal o que corona su cabeza, orgullosamente, con la cofia de Florence. No andamos buscando gloria alguna, ni riquezas pues como dice Silvio: “las piedras son frías” y nos interesan el calor y las alegrías que tratamos de devolver a los hermanos necesitados de nuestros humildes esfuerzos.
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