
La madre fue para Gabriel de la Concepción Valdés, “Plácido”, Julián del Casal y José Martí, una motivación de escritura, entre otros temas. Regalamos una muestra que aparece en El Bosque de los símbolos. Patria y poesía en Cuba. Tomo I, siglo XIX. Selección, prólogo y comentarios de Roberto Manzano, publicado por la Editorial Letras Cubanas, 2010.
Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido.
“Despedida a mi madre”
(En la capilla)
Si la suerte fatal que me ha cabido
y el triste fin de mi sangrienta historia
al salir de esta vida transitoria
deja tu corazón de muerte herido:
basta de llanto, él ánimo afligido
recobre su quietud; moro en la gloria
y mi plácida lira a tu memoria
lanza en la tumba su postrer sonido.
Sonido dulce, melodioso, santo,
Glorioso, espiritual, puro, divino.
Inocente, espontáneo como el llanto
Que vertiera al nacer… ya el cuello inclino,
ya de la religión me cubre el manto…
adiós, mi madre, ¡adiós! —El Peregrino.
Julián del Casal
“A mi madre”
No fuiste una mujer, sino una santa
que murió de dar vida a un desdichado,
pues salí de tu seno delicado
como sale una espina de una planta.
Hoy que tu dulce imagen se levanta
del fondo de mi lóbrego pasado,
el llanto está a mis ojos asomado,
los sollozos comprimen mi garganta,
y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
sin ofrecerme bienhechor arrimo,
como quiera que estés siempre te adoro,
porque me dice el corazón que has muerto
por no oírme gemir, como ahora gimo,
por no verme llorar, como ahora lloro.
José Martí
“Yugo y estrella”
Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,—
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!
—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.