Restando valor, como solo hacen algunas personas, un amigo me preguntó qué aprendí en el Taller de Nuevas Narrativas que se impartió en la Casa de las Américas, en La Habana. ¿Nuevas, novísimas narrativas? ¿Qué haces tú ahí? Muchas preguntas para poco tiempo.
Es cierto que tenía alguna referencia de nombres como Leila Guerriero, Martín Caparrós, Alberto Salcedo Ramos, Wolfe, Oriana Fallaci, Antonio Muñoz Molina, Francisco Umbral, Kapuscinski, y otros; es cierto que, si has pasado por las aulas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, y aprovechas los materiales nunca olvidas las categorías del narrador, el personaje, el punto de vista, los ejercicios de escritura. Y eso lo tengo incorporado, pero desde que vi la primera convocatoria con el tema y los propósitos, quise matricular. Además, en la Feria del Libro de La Habana de 2018 y 2019, estuve en los espacios de la Rosa Luxemburg. Con Paco Ignacio Taibo II a la cabeza presentaban parte de la colección Para leer en libertad. Casualmente uno de esos nombres en la mesa era el de Federico Mastrogiovanni. Guardo en casa un libro suyo que no he leído, y el audio de lo que sucedió en aquella jornada.
No soy graduado de Periodismo, pero siempre me ha interesado contar historias y entrevistar a muchas personas para recoger parte de su vida. Entonces presenté un proyecto a la convocatoria del Taller de Nuevas Narrativas en La Habana. Había que presentar un tema de investigación y escritura. Demoró un poco la respuesta de aceptación; creí incluso que no me iban a escoger. Pero llegó el correo. Estaba seguro de que los profesores y los compañeros me enseñarían sus aprendizajes periodísticos. Sé cómo anda el periodismo en Cuba, lo leo y monitoreo en diversos soportes. Así que todas las propuestas serían muy interesantes.
Fui al primer módulo con muchas expectativas que empezaron a cumplirse. El grupo estaba conformado por hembras y varones, negros y blancos, de medios de prensa oficiales, alternativos y mucha más diferencia, pero de respeto, y con unos temas que mostraban la diversidad de un país, las necesidades y el futuro.
Sergio y Federico: los profesores
Leí que Federico Mastrogiovanni, experto en derechos humanos y migración, es autor de los libros Ni vivos ni muertos y El asesino que no seremos, y ha recibido el Premio del Club de Periodistas.
Por su parte, leí que Sergio Rodríguez Blanco, especialista en cultura visual y narratología, ha publicado los libros Alegorías capilares y Palimpsestos mexicanos y recibió el Premio Bellas Artes de Literatura para Crítica de las Artes Plásticas y el Premio Nacional de ensayo sobre fotografía. Ambos son editores del medio independiente Perro crónico y son profesores en la Universidad Iberoamericana.
Me gustan los profesores que enseñan y ejercen, y mucho más si cuando lees su obra, los comienzas a admirar. Descubres su arrojo ante la profesión y la vida. Me gustó la sencillez de ambos, sin nada de parafernalia en la presentación. Nada de títulos, bombos ni platillos. Solo invitar a compartir herramientas para contar historias y ser más creativos en los trabajos, dijo Federico. Y propuso Sergio ser exigentes con nosotros mismos, con nuestros borradores, que no podamos luego, leernos igual. Ser rigurosos con la escritura.
Son dos rostros jóvenes, dos personas preparadas e insatisfechas con sus conocimientos. Hablan varios idiomas, han cursado cursos importantes en universidades del mundo, pero eso se deja saber por las preguntas que llegan del auditorio.
Federico lleva varias libretas de apuntes. Se le ve sacar una y otra de la mochila, una para cada historia. Siempre está construyendo. Sergio, como buen aprendiz de mecanógrafo teclea en la surface sin mirar el teclado; se lo enseñó su padre o su abuelo, no lo recuerdo bien. Sergio apunta en la pizarra, como buen maestro la necesita para resaltar términos y conceptos.
Entregaron el primer día el libro Nada es más asombroso que la verdad, prólogo y selección de Paco Ignacio Taibo II. Este volumen con ocho reportajes clásicos del periodismo lo conseguí en la Feria del Libro de La Habana en febrero de 2019, estuve en la presentación; lo leí y recomiendo.
Federico y Sergio entregaron para el taller una selección de textos que leímos y analizamos en la semana. Estilos, autores, estéticas, temáticas, estructuras diferentes. Posibilidades o probabilidades, como si estuviéramos jugando a armar y desarmar una historia en el tablero. Cada uno de los talleristas debía pensar siempre en la historia y personajes de su proyecto.
Federico y Sergio son una verdadera conjugación. Uno, dice que olvidadizo; otro de memoria más desarrollada. Pero ambos ponen cada historia en el centro. Invitan a hacer atractivo el periodismo, contar historias que no puedan olvidarse, pero que estén confirmadas las fuentes y que no se parcialice la mirada, que la estructura narrativa permita la elegancia del lenguaje, precisión de la historia y progresión dramática.
Ellos no ven cada trabajo como un texto para el diario, el dichoso diarismo que mata; ven cada texto como parte de un libro. Y enseñan a pensar esa filosofía. Te hacen ver TU libro de periodismo en los anaqueles de las librerías; te hacen creer que el periodismo se puede publicar bien y conectar lectores.
Federico y Sergio dejaban referencias del periodismo contemporáneo y clásico, nos situaban en el contexto periodístico iberoamericano. El periodismo narrativo es una forma, pero no es el único, lo dejaban claro también. Cada género es tan útil como complejo.
Hablé con Federico; entrevisté brevemente a Sergio. Me contaron parte de la historia de juntarse para hacer el Taller Iberoamericano de Nuevas Narrativas. Pero eso no lo cuento ahora. Solo digo que son verdaderos culpables. Y eso es lo único que le respondo a mi amigo, son verdaderos culpables de enamorarme más del periodismo.