
Víctor Rodríguez Núñez recibirá un premio por la obra de la vida. Me levanto con esa buena noticia que se comparte en las redes sociales. Leo los comentarios y me doy cuenta de que Víctor está activo, con el bombillo verde. Él está ahí y le escribo. Me contesta de inmediato:
“Es un premio para poetas del mundo por la obra de la vida que se da cada año en la ciudad italiana de Pescara. Además de la municipalidad, lo patrocina la fundación Sinestetica, dedicada a la difusión de la poesía en las escuelas. Esta fundación tiene un sistema de concursos de poesía para todos los niveles de enseñanza, y otras categorías abiertas. En 2019 el ganador del premio fue el poeta luxemburgués Jean Portante. Pescara es la ciudad natal del gran poeta Gabriele D’Annunzio, en cuya casa natal se entrega el premio”.
“Aprecio muchísimo ese reconocimiento porque, además de su prestigio y seriedad, el jurado que me lo adjudicó fue presidido por un poeta que admiro y quiero, Loretto Rafanelli. Es una prueba de que mi trabajo se aprecia cada vez más en Italia, donde ya se han publicado cuatro libros míos, y hay un quinto en proceso. Hay varios traductores de mi obra al italiano y a todos les estoy muy agradecido: Emilio Coco, Gianni Darconza, Alberto Pellegatta, sobre todo. Mi libro el cuaderno de la rata almizclera se publicó este año en Milán en una bellísima edición de Taut Editori”.
La alegría de la noticia me hace revisar en mi biblioteca los libros que tengo de Víctor Rodríguez Núñez publicados en Cuba:
- La poesía sirve para todo
- tareas & reversos
- Cuarto de desahogo
- deshielo & desde un granero rojo
- despegue
Guardo dos ejemplares traducidos por Víctor y su esposa Katherine Hedeen del poeta John Kinsella. A ellos dos les debemos parte de la presencia, descubrimiento e influencia de Kinsella en la poesía cubana. Cuando conocí a Víctor hace dos años en la Feria del Libro de Matanzas, hablamos de eso. Y ahora me escribe, me insiste en unas ideas:
“Respeto cada vez más el trabajo del traductor, uno de los menos valorados en el ámbito intelectual y, sin embargo, uno de los más importantes. Sin traducción no hay cultura, porque ninguna cultura es pura, ni se basta por sí misma, sino es resultado del intercambio”.
“Para un escritor, la traducción es esencial porque le permite ser otro, salirse de sí y encarnar en otro ser, y ser coautor en vez de autor. La traducción es, además, la lectura más profunda que se pueda hacer de un texto, es reescribirlo de punta a cabo”.
Le comento a Víctor, que guardo una conversación con el poeta y traductor Israel Domínguez. Israel me habla de la necesidad de que en Cuba se reconozcan a los traductores con el Premio Nacional de Traducción, como mismo se hace con los editores. Y Víctor me responde que está de acuerdo, sería un acto de justicia, me escribe. “Además, hay que poner en la portada de cada libro traducido el nombre del traductor. Hay un movimiento mundial a favor de eso. La traducción es el fundamento mismo de las humanidades”.
Víctor Rodríguez Núñez debía haber recibido el Premio de poesía Ciudad de Pescara el 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, pero es otro de los festejos que este año la COVID-19 ha retrasado. Le escribo que pronto celebraremos y le entregarán su reconocimiento, y me responde: “Claro que sí. Vamos a sobrevivir y a triunfar”.