Encuentro la Hoja de vida de un antiguo colega de trabajo: Poeta. Narrador. Dramaturgo. Editor. Cineasta. Conductor y guionista de radio y televisión. Ceramista. Filatélico. Numismático. Asesor del Ministro de Cultura. Guardaespaldas y Oficial de la Seguridad del Estado. Esta Hoja de Vida me recuerda la de Morellet, personaje de La vida instrucciones de uso, de Georges Perec que se vanagloriaba de haber sido: ajustador, chansonnier, carbonero de barco, marino, profesor de equitación, artista de variedades, director de orquesta, limpiador de jamones, santo, payaso, soldado por cinco minutos, pertiguero en una iglesia espiritualista y hasta extra en uno de los cortometrajes de Laurel y Hardy.
Pero de nada vale tener tantos oficios si no hay una devolución positiva de esos saberes. Siempre me gusta repetir el proverbio chino que dice:
Si quieres felicidad por una hora, toma una siesta. Si quieres felicidad por un día, ve a pescar. Si quieres felicidad por un mes, cásate. Si quieres felicidad por un año, hereda una fortuna. Si quieres felicidad para toda la vida, ayuda a los demás.
En Teología y Conducta, Albert Schweitzer dice:
Yo no sé cuál será su destino, pero una cosa si sé: los únicos entre ustedes que serán verdaderamente felices son aquellos que hayan buscado y encontrado cómo servir.
Editor o Cineasta. Profesor de equitación o artista de variedades, no importa. Los títulos nobiliarios son letra pasada. Los cargos municipales son una carga. Los diplomas un mal decorado. De nada valen esos aparentes atributos si no replicamos, si no multiplicamos esos saberes.
De un tiempo acá mi Hoja de Vida comienza diciendo:
Yo solo sé que no sé nada.
Y una postdata:
Dispuesto a aprender de todo y enseñar lo poco que sé.
